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No descuida la ayuda social mientras disfruta su tercer Juego Olímpico

22 de julio de 2021

 

Hace poco más de una década, Ana Gallay no era la consagrada deportista que hoy, como la máxima referente argentina del beach vóley, está a horas de disputar su tercer Juego Olímpico. La entrerriana de Nogoyá se levantaba a las 5.30 y una hora después, aún de noche, salía en moto hasta Crucecita Octava para dar clases de Educación Física. Pero, claro, no era un viaje cualquiera: 70 kilómetros, por caminos de tierra y, a veces, en pleno invierno, en un paisaje que helaba los sentidos. “El frío era tanto que, para no congelarme, frenaba y me ponía a correr, con la moto a cuestas, para entrar en calor. Un día hasta me agarró hipotermia”, recuerda desde la villa olímpica. “Sí, yo estaba media loquita, pero lo hacía para ahorrar y comprarme un auto. Había días que hacía los 140 kilómetros por 40 minutos de clase. Al principio, era titular de apenas tres horas y luego me quedé con 18. Algunos me dicen que tuve suerte, pero en realidad no sé cuántos hubiesen hecho ese esfuerzo. Hoy, cuando miro para atrás, me siento orgullosa del sacrificio y de haber llegado hasta acá, aunque no sé si lo volvería hacer…”, reflexiona con una sonrisa.

Gallay, en dupla con Fernanda Pereyra, debutará este viernes contra la pareja brasileña que ocupa el primer puesto del ránking mundial, pero esta tercera experiencia olímpica la está viviendo de otra forma, a los 35 años. “Estoy muy feliz, cómoda y disfrutando como nunca. Esta vez vine más relajada, a pasarla bien y sin meterme presión. Aprendí después de lo que viví en Río 2016, que fuimos de otra manera y, con el público argentino y lo que se generó, me terminó jugando una mala pasada. Estuve muy tensa y eso me perjudicó en la competencia. Ahora quiero todo lo contrario. No es fácil, porque cuando sentís que podés ganar, la presión es casi inevitable, pero ahora, como no llegamos en nuestro mejor momento, preferimos tomarlo de otra forma con Fer”, explica la atleta.

Por eso, además, ambas tomaron la decisión de ir al desfile de inauguración, pese a que debutarán a las pocas horas. “Asistiremos un rato y nos volveremos. Pero no nos queremos perder ese momento”, cuenta Ana. Disfrutar cada instante es su anhelo. “Lo más lindo es estar en la villa, cruzarse con todo tipo de deportistas, desde los más amateurs a los famosos y superprofesionales porque acá somos todos iguales y estamos en la misma sintonía. Recién bajé en el ascensor con (Luis) Scola y charlamos un rato. Yo no jodo a nadie, no me gusta pedirles fotos ni nada, apenas conocer cómo están y cuándo compiten”, comenta quien ya está recuperada de una cirugía de hombro y de un desgarro en la rodilla, aunque tiene claro que son dos lesiones que no la han dejado llegar como quería a Tokio. “A ambas nos falta ritmo de competencia, pero dejaremos todo. El primer partido, con Brasil, es el más difícil y luego, en la zona, tenemos a Canadá y China. Debemos ganar al menos uno para tener posibilidades de avanzar. Pasan los dos primeros de cada zona (son seis), los dos mejores terceros y después hay un repechaje por otros dos lugares”, informa.

Pero si de algo sabe Gallay es de rebuscárselas. En la cancha y afuera. Cuando era adolescente, vendió publicidad para bancarse su preparación. Y hoy en día lo sigue haciendo, cuando es necesario. “No me arrepiento de nada y hoy, cuando miro para atrás, veo todo lo que hice y lo disfruto más”, agrega quien marca cuál es el momento que más recuerda, cuando en estos días en la villa, le toca repasar parte de su camino. “Se me viene la imagen de cuando entrenaba sola… Porque yo jugaba en Aldea Brasilera, a 120 kilómetros, pero en la semana debía prepararme sin el equipo. Recuerdo que mi vieja me alcanzaba las pelotas y un amigo, al que le enseñe a levantar, me ayudaba para que pudiera rematar… Son lindos recuerdos que me generan mucho orgullo”, reconoce.

Una forma de ser, comprometida y pasional, que la hace ir más allá del deporte. Con una infancia, mitad en el campo y mitad en la ciudad, en la que no le faltó nada pero tampoco le sobró, Gallay siente tanto placer al competir como al ayudar. Hace casi cuatro años pertenece al programa solidario Huella Saint-Gobain, que elige lugares carenciados y los mejora desde la infraestructura con sus materiales para la construcción. “Yo no pasé hambre, como mucha gente hoy, pero la verdad es que mi familia tuvo que hacer sacrificios y me ayudó mucho. Por eso me gusta hacerlo a mí. Siempre quise hacerlo, ayudar a cambiar la realidad de la gente que necesita, pero no podía. No es nada fácil para un atleta amateur… Hasta que Saint-Gobain apareció y me dio esta chance, con un compromiso muy marcado hacia la gente que menos tiene”, relata. 

En 2017 eligió el Hospital San Blas de Nogoyá, en 2018 se afianzó con un proyecto en el comedor Dulces Sonrisas de Mar del Plata –donde se radicó-, en 2019 arrancó otro en el merendero Valeria en el barrio nuevo Golf de la ciudad y en el 2020 siguió con la Fundación Arco Iris en Villa Gesell, donde se construyeron baños con una nueva fórmula de ecoladrillos para conseguir que más chicos con capacidad distintas pudieran ir al Centro de Día para realizar reprogramas y talleres de integración. Sin pausa pero sin prisa, en 2021, eligió ayudar al Hospital Municipal de Miramar. “Es un proyecto muy lindo que consiste en pintar todo el lugar, por dentro y por fuera. Lo considero muy importante porque, cuando vos sos paciente, es otro el ánimo cuando el lugar está mejor, más lindo. El edificio, que está ubicado cerca del mar, es grande, tiene dos bloques y ambos con sectores de terapia intensiva. Necesita una mejora porque es un hospital completo en el que se atienden personas de toda la zona. Lo visité y me pareció un gran aporte”, comentó. Ana Gallay, una guerrera del deporte y de la vida que quiere disfrutar de Tokio manteniendo su esencia.

La dupla con Pereyra la forma desde 2018. Antes estuvo con Klug y Zonta. Pero siempre está ella…


Julián Mozo Prensa Huella Saint Gobain

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PSG se consagró campeón de la Copa Intercontinental 2025

PSG y Flamengo empataron 1-1 y en la tanda de penales se lució el arquero ruso Matvey Safonov atajando cuatro disparon para que su equipo se consagre campeón de la Copa Intercontinental 2025 por un escueto 2-1. El gol del conjunto parisino lo marcó Khvicha Kvaratskhelia y lo igualó Jorginho en el complemento.

Con una enorme convocatoria en en el Estadio Áhmad bin Ali en Qatar, los de Luis Enrique levantaron un nuevo trofeo y lograron el sextete en 2025.

El encuentro comenzó con ambos equipos estudiándose, pero sin lastimarse en lo más mínimo.Los dos mostraron su típica presión alta y constantes salidas jugando desde abajo, pero en esto el Mengao lo hacía de una forma más arriesgada.

Debido a esto y desde una mal posicionamiento, Fabián Ruíz había marcado el 1-0 a los 11 minutos, pero el VAR lo anuló.

PSG continuó creciendo con el correr de los minutos y una jugada aislada por derecha, culminó con un centro de Joan Neves que Agustín Rossi no pudo despejarla y Kvaratskhelia la mandó adentro para el 1-0 a los 38 minutos.

En el complemento el conjunto de Felipe Luis salió con otra actitud y empezó a inquietar a los campeones de la última Champions League.

En uno de sus embates, Marquinhos le cometió un infantil penal a Giorgian De Arrascaeta y Joginho lo cambió por gol a los 62 minutos.

El tramo final de los 90 minutos fue dominado, en parte, por Gonzalo Plata que empezó a ser un factor en ataque, pero su equipo no pudo culminar ninguna jugada.

En la última jugada del partido Marquinhos tuvo la victoria, pero su disparo no salió hacia el arco y le quedó a Rossi que estaba lejos de los tres palos.

El primer tiempo del alargue fue íntegro del PSG ante un Flamengo que se quedó sin pierdas, pero que encontró en su arquero las respuestas para mantenerse en partido.

El segundo tiempo extra continuó con la misma tónica con los de Luis Enrique siendo los amplios dominadores.

Las constantes fallas de los delanteros del equipo francés en el último tercio de la cancha hicieron que todo se definiera en los penales.

En los disparos desde los doce pasos Safonov se los atajó a Saúl Ñíguez, Pedro, Leo Pereira y Luiz Araújo. El único que le marcó fue Nicolás de la Cruz.

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Horacio Zeballos es campeón del mundo de dobles

Este miércoles, la Federación Internacional de Tenis (ITF) proclamó al marplatense Horacio Zeballos y el español nacido en Barcelona, Marcel Granollers Campeones del Mundo de dobles masculino. Nunca antes tenistas de Argentina y España habían recibido esta tan prestigiosa distinción.

Durante el 2025, Zeballos y Granollers ganaron sus dos primeros títulos de Grand Slam, triunfando en Roland Garros y el Abierto de los Estados Unidos. Además, la pareja obtuvo otros tres títulos en el ATP Tour (Bucarest, Madrid y Basilea) y alcanzó las semifinales de Wimbledon.

Horacio Zeballos y Marcel Granollers, campeones del mundo.
Horacio Zeballos y Marcel Granollers, campeones del mundo.

Este reconocimiento le llega a Zeballos -nacido en Mar del Plata- a los 40 años y con 22 como tenista profesional. El catalán Marcel Granollers no le va en saga, en abril cumplirá 40 y también es profesional desde el 2003.

La ITF también consagró Campeones del 2025 en singles a la bielorrusa Aryna Sabalenka y al italiano Jannik Sinner, mientras que en dobles femeninos las italianas Sara Errani y Jasmine Paolini repitieron la distinción del año pasado.

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Thiago Passeri se consagró subcampeón mundial Sub-16 en Perú

Thiago Passeri se consagró subcampeón Sub-16 en el Mundial Junior de Surf 2025, y repitió presencia en el podio tras el bronce conseguido en 2024 y se consolidó como la nueva figura del surf argentino.

Desde  la costa de Mar del Plata hasta las olas de Perú, la historia de Thiago se escribe con determinación y disciplina. Hijo del legendario Martín Passeri, el multicampeón nacional y referente del surf argentino, Thiago no se limita a heredar un apellido: lo hace propio, sumando esfuerzo, constancia y madurez a cada maniobra.

“Tal vez sea todo demasiado rápido, quizás inesperado, por enfrentarme a gente más grande, con más experiencia. Pero lo disfruto y aprendo, y me motivo”, confesó, lejos de cualquier queja, con la tranquilidad de quien sabe que el resultado es apenas un reflejo de un proceso.

El torneo en Punta Rocas fue un desafío de principio a fin. En la final compartió la batería decisiva con dos australianos y un brasileño. Comenzó relegado, pero reaccionó con olas que rozaron la perfección, alcanzando un puntaje de 16,57 y quedando apenas detrás del australiano Ocean Lancaster. Un resultado que, más que un premio, confirmó su camino: un joven que no sólo compite, sino que aprende, se supera y mantiene la calma en el epicentro de la competencia mundial.

Desde sus primeros pasos en el surf a los 12 años, Thiago ha seguido un recorrido de crecimiento constante. En 2024 compitió en nueve países, tomó 26 aviones, participó en 21 torneos, alcanzando 24 finales y 16 primeros puestos. Cada viaje, cada entrenamiento y cada caída fueron asumidos como parte de un aprendizaje que combina pasión y responsabilidad. Junto a su padre y entrenador, Martín, Thiago ha construido una relación que trasciende la técnica: “Yo estoy para guiarlo y ayudarlo a levantarse cuando se caiga. Thiago entiende esta relación”, explicó Martín, y Thiago confirmó: “No siento presiones por quién fue mi papá. Al contrario, es un faro”.

El surf de Thiago combina potencia, control y lectura de la ola. Desde Mar del Plata hasta Punta Rocas, sus movimientos reflejan instinto, inteligencia y un trabajo minucioso. Cada maniobra es parte de un proceso que incluye psicólogo, nutricionista, movilidad y prevención de lesiones: un adolescente que vive como profesional, con la madurez de quien sabe que el éxito llega de la constancia, no de la casualidad.

El vínculo con su ciudad natal también pesa en su formación: Mar del Plata no es solo su cuna, es la base de una identidad que se refleja en la calma con la que encara cada competencia. Allí están sus amigos, su familia y la memoria de un padre que abrió puertas al profesionalismo argentino, dejando una huella imborrable. Thiago, con cada ola, honra esa historia y proyecta la propia.

Su rendimiento internacional y su compromiso ya despertaron la atención de marcas y referentes: Quiksilver y DC Shoes lo acompañan desde los nueve años, confiando en su talento y en la guía de Martín. Cada viaje, cada torneo, cada medalla es una pieza más de un rompecabezas que tiene un objetivo: llegar al Championship Tour, al circuito profesional donde compiten los 34 mejores del mundo, y más allá, representar a Argentina en Los Ángeles 2028, cuando el surf será olímpico.

Pero más allá de proyecciones y récords, Thiago muestra algo que trasciende el deporte: humildad, madurez y disfrute del momento. Cada abrazo con su padre, cada ola dominada, cada podio alcanzado son reflejos de un camino que comenzó en las playas de Mar del Plata y que, ahora, lo proyecta hacia el mundo. La medalla de plata en Punta Rocas no es solo un logro: es la confirmación de una saga familiar, de un joven que respeta la herencia y al mismo tiempo escribe su propia historia.

Thiago Passeri no es solo un surfista. Es un hijo de Mar del Plata que cabalga olas, desafíos y sueños, un adolescente que ha aprendido que el talento se combina con disciplina y que la grandeza llega con esfuerzo, paciencia y pasión. Cada campeonato, cada viaje y cada ola superada no son finales, sino capítulos de un relato que recién comienza, y que promete brillar con la fuerza de un mar inagotable. DIB

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